“Con mi pololo Rodo, nos conocimos en una junta del Club 500 Chile. A pesar de que todos tienen FIAT 500, nosotros tenemos la misma versión sport del mismo año que se diferencian por algunos detalles”, cuenta Fernanda. Se hicieron amigos y, varios meses después, comenzaron una relación. “Es muy entretenido y curioso cómo nos ha unido el auto porque hay muchos eventos y panoramas distintos que se pueden hacer. Además, ambos son particulares: el de Rodo es Beige Cappuccino, del cual sólo llegaron 2 a Chile. El mío es blanco, pero le puse gráficas rojas y quedó muy entretenido, con un estilo único. Es una relación intensa; llevamos poco tiempo y hemos hecho mil cosas: vivimos juntos y trabajamos juntos. Tenemos un taller mecánico, Mantención Ok, en el que, por cierto, vemos muchísimos FIAT 500”, cuenta.
Esta pareja no pasa inadvertida: “En el edificio donde vivimos nos ha pasado varias veces que conversamos con gente y nos dicen cosas como: ‘¿Ustedes son los dueños de esos autos chiquititos? ¡Me encanta ese auto!’. El otro día, una señora se subió con nosotros al ascensor y nos dijo: ‘Siempre quise saber quiénes eran los dueños de esos autos tan bonitos'”.
Fernanda explica que la opción por el modelo fue por su historia y diseño: “Es un auto con personalidad. Me encantaba el antiguo y cuando salió el nuevo me enamoré. Después, cuando entré a la universidad, veía algunos en San Carlos de Apoquindo y uno que otro en diferentes lugares. Siempre llaman la atención; sin duda es un auto que nunca pasa desapercibido”.
La complicidad con el FIAT 500 influyó mucho en su complicidad como pareja: “Ambos le tenemos cariño a nuestros autos porque los adquirimos en momentos de cambios positivos en nuestras vidas después de largos periodos negativos. Sé que no se le puede atribuir tantas cosas a algo material, pero definitivamente ha sido un aporte muy grande en mi vida. Es un auto con mucha energía y personalidad. Dedicarle unas horas a lavar y aspirarlo todos los domingos se ha vuelto un ritual que no tenía con mis autos anteriores y es un momento que me relaja y me encanta”.
Y la presencia de FIAT está también en otras aristas de su vida: “Nuestros amigos y familiares nos recuerdan al ver un FIAT 500, y eso nos encanta. Tenemos una repisa en el taller con todas las cosas que nos han regalado porque las vieron y se acordaron de nosotros: juguetes, cuadros, libros, lápices… de todo. Y bueno, Rodo tiene un FIAT 600 también, que se tardó años en restaurar. Es un auto único; le puso de su estilo y quedó increíble. Así que se podría decir que somos una familia FIAT”, resume.
Fernanda y Rodrigo son la prueba viviente de que el amor por los autos puede ser tan profundo y significativo como el amor entre las personas. Y en su caso, ambos tipos de amor van de la mano, unidos por la pasión por un pequeño pero icónico vehículo: el FIAT 500.
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